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La historia de Barcelona a través del barrio Gótico

Un paseo para descubrir los tesoros de la ciudad medieval

El nombre con el que se conoce el barrio, «Gòtic», revela el origen medieval de sus calles y edificios más significativos. La mayoría son fruto del auge que vivió Barcelona entre los siglos XII y XV, cuando era capital del reino de Cataluña y Aragón. Aquella época legó testimonios de eterno esplendor como la Catedral o la iglesia de Santa Maria del Pi, y rincones únicos como la calle del Bisbe o la plaza de Sant Felip Neri, donde aún es posible sentirse en plena época feudal.
El Barri Gòtic se localiza hoy cerca del puerto y las playas de Barcelona, es decir, cerca del origen romano de la ciudad y de la primitiva muralla, de la que quedan restos diseminados por el barrio. Paseando por sus calles, entre tiendas curiosas, chocolaterías y restaurantes de decoración modernista, uno se topa con joyas arquitectónicas como el palacio de la Pia Almoina, sede del Museo Diocesano, o la Casa de l’Ardiaca, la residencia de los arcedianos en el siglo XII, que hoy aloja el Archivo Histórico de Barcelona. En él se puede ver un trozo de muralla, aunque el detalle más famoso es el buzón de la fachada, con una tortuga y unas golondrinas esculpidas, un añadido modernista de inicios del siglo XX del arquitecto Lluís Domènech i Montaner.
La casa de los arcedianos siempre se situaba cerca de las catedrales. La de Barcelona se emprendió en el siglo XIII donde antes había una iglesia paleocristiana y otra románica, y se fue construyendo hasta el XV, aunque la fachada principal y algunas torres se añadieron cuatrocientos años después, preservando el estilo gótico del conjunto.
Tesoros de la catedral
Además de la entrada principal, se puede acceder al templo por otras dos puertas laterales, todas finamente decoradas con escenas bíblicas de los evangelios y otras profanas de oficios habituales en aquellos tiempos.

 

El interior está dividido en tres naves de imponente altura, pobladas de columnas, ábsides y capillas laterales, entre las que destaca la del Cristo de Lepanto, un crucifijo de tamaño natural que iba en una nave que participó en la histórica batalla contra los turcos de 1571. También sobresale el coro, con bellas tallas de la pasión de Cristo y una magnífica sillería de madera. Pero seguramente uno de los rincones más encantadores es el claustro, abierto al público. En su jardín habitan trece ocas blancas –los años que tenía santa Eulàlia, la patrona de la ciudad, cuando fue martirizada– y una fuente en la que el día de Corpus Christi se realiza L’ou com balla (el huevo que baila), una tradición que consiste en hacer saltar un huevo sobre el chorro de los surtidores.
Atmósfera medieval
Los alrededores de la Catedral están llenos de rincones que dan la razón a quienes afirman que el barrio barcelonés es uno de los conjuntos góticos más cautivadores de Europa. Violinistas y guitarristas se instalan en las calles igual que los antiguos trobadores, dando al paseo una atmósfera de ensueño medieval.
Por el callejón dels Comptes se llega a la siguiente etapa de la ruta, el museo Frederic Marès, que exhibe una numerosa colección de escultura española desde la Edad Media hasta el siglo XIX. El centro, que ocupa parte del Palau Reial, tiene un patio arbolado, en cuyo bar con terraza es recomendable sentarse un rato a reposar.
Más adelante se llega a la plaza del Rei, epicentro de la Barcelona gótica. Prácticamente no hay nada en ella posterior al siglo XV. Su edificio más importante es el Palau Reial Major, donde residían los condes de Barcelona. Está precedido por una magnífica y amplia escalinata, que ha sido testigo silencioso de la Historia de la ciudad, y hoy es ocasional escenario de conciertos íntimos. El hecho de que la plaza quede cerrada por tres de sus lados le confiere un carácter recoleto, que hace que dedicarle un reposado tiempo de contemplación sea una delicia.
Buena parte del antiguo palacio real lo ocupa el imprescindible Museo de Historia de Barcelona, cuyo fondo recorre las diversas etapas de la ciudad, desde la Barcino romana a la Barcelona olímpicade 1992. Su visita incluye la capilla de Santa Àgueda y el famoso Saló del Tinell, obra del siglo XIV y máximo exponente del gótico catalán, con seis arcos semicirculares de quince metros de diámetro que le otorgan un aire de magnificencia. Fue en este espléndido salón del trono donde los Reyes Católicos recibieron a Colón al regreso de su primer viaje a América.
En un extremo del barrio se abre la recoleta plaza del Pi, dominada por la iglesia de Santa Maria del Pi y rodeada por comercios familiares, terrazas de bares y pequeños hoteles de diseño. En este acogedor lugar es donde se puede donde concluir esta visita, muy cerca ya de las famosas Ramblas barcelonesas.

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